jueves, 25 de abril de 2013

Futuro


No empujes el río, pase lo que pase acabará fluyendo sólo. 








De un tiempo a esta parte escucho a muchas personas hablar de su futuro con miedo, de lo incierto. Incluso hay a algunos que no los escucho porque directamente no quieren ni hablar de él. Esas personas son iguales que yo, quieren ser felices, igual que yo; y quieren estar libres de sufrimiento, igual que yo. Espero que mis palabras le sirvan de ayuda a alguien, no tienen más cometido que ése. Creo hallarme en una buena posición para poder comprender un poco su situación porque, en cierto modo, es similar a la mía. También lo tengo por delante, y no sé lo que tengo.





Lo único que poseo es una pequeña idea sobre lo que quiero hacer con mi vida, un esbozo o esquema, y partir de ahí voy trabajando y caminando sin descuidar lo que venga, pero sin darle excesiva importancia. Es como dejar el avión en piloto automático con una ruta marcada pero ir poco a poco dando pequeños toques de timón para ajustar el rumbo en el propio devenir. Cómo me gustan los aviones, y los trenes...






Podrás decirme, y con razón, que quizá yo no soy quién para hablar sobre cómo será tu futuro o darte algunos consejos que primero me he aplicado yo. Simplemente quiero compartir lo poco que sé y siento, e intentar mitigar el sufrimiento que puede suscitar sólo el pensar en este futuro incierto. 

Parto de la base de que sí, eso que llamamos futuro es importante. Mucho, tanto para ti como para mi. Pero ten en cuenta que algún día será tu presente. Recuerda lo que hablamos sobre el apego y la aversión. Nos encontramos con que tenemos un pasado en retención (todo el día pensando en lo que pudo haber sido y no fue) y un futuro incierto, los cuales nos generan un presente conflictivo e incluso, puede que, tormentoso. No alimentes a tus monstruos.

Esto muchas veces nos genera sentimientos de culpa y preocupación. Puede que ambas tengan algo de utilidad en cuanto aprendizaje, pero en mayor medida son emociones inútiles. La culpa es una emoción que se genera por situaciones o conductas que llevamos a cabo en el pasado y que, obviamente, no podemos cambiar porque ya pasaron. Y la preocupación es una emoción que nos lleva a adelantar situaciones o acontecimientos que todavía no han ocurrido y que no hay una probabilidad del cien por cien de que ocurran como nosotros pensamos (quizá son, en cierto modo, idealizaciones). Desde este punto de vista no tiene, por tanto, mucho sentido estar todo el día culpabilizándose o preocupándose. Es, en cierto modo, inútil.

Esto hace que estemos anclados en el pasado y en el futuro, pero apenas en el presente. Ojo, no me digas que no le doy importancia a estos dos espacios temporales. Del pasado aprendemos y para el futuro tenemos que cuidar y arar bien el camino, pero con equilibrio.

Se puede idealizar y soñar, pero con cuidadito y sin aferrarse demasiado a esos sueños. Probablemente lo que sea perfecto, sea solo perfecto ante nuestros ojos y no ante los de los demás. Por eso muchas veces nos podemos sentir decepcionados a la hora en que "los otros" no cumplan nuestras expectativas. 

Bien, después de estas palabras, me gustaría compartir contigo una práctica para volver al presente o traer la mente a casa.

Un ejemplo que me gusta mucho para justificar esto es el siguiente:







Pensemos que nuestra mente es un vaso de cristal transparente con agua al que le echamos fango y lo removemos. El fango enturbia el agua y no podemos ver nada, es como un mono inquieto. Es lo que pasa en nuestra cabeza. Los miles de pensamientos que tenemos no dejan que veamos más que eso.







Por eso lo de traer la mente a casa y calmarla. De esta manera podríamos hacer que el fango deje de enturbiar el agua y se vaya al fondo, quedando así el agua clara. Es lo que necesitamos muchas veces: claridad.


Gestionando las emociones mediante el entrenamiento de la atención (plena). Nos ayuda a eliminar o neutralizar la impulsividad y las emociones negativas. Unas pequeñas pautas antes de la práctica:  
Ante las emociones:  
1.      Aceptar.
2.      Experimentar sin juzgar.
3.      Si hay que reaccionar, hacerlo sin perder la atención.
4.      Dejar que desaparezca.


Meditación para la atención plena

Comenzamos sentándonos de manera relajada, en una posición que nos permita estar alerta y relajados al mismo tiempo, signifique lo que signifique eso para nosotros. O si lo preferimos, nos sentamos como una montaña majestuosa, signifique lo que signifique esto para nosotros. Ahora respiramos lenta y profundamente tres veces para insuflar energía y relajación a la práctica.

A continuación comenzamos a respirar con normalidad y, con delicadeza, centramos la atención en la respiración. Podemos concentrarnos en las fosas nasales, en el abdomen o en todas las partes del cuerpo implicadas en la respiración, signifique lo que signifique esto para nosotros. Nos fijamos en nuestras inhalaciones, nuestras exhalaciones y en el espacio intermedio.

(Breve pausa.)

Si lo preferís, podéis ver este ejercicio como un descanso de la mente durante la respiración. Podéis visualizar la respiración como un lugar de descanso, o un cojín, o un colchón, y dejar que la mente descanse sobre él, con mucha delicadeza. Sin hacer otra cosa que ser.

(Larga pausa) (Continúa).

Si en cualquier momento os distrae una sensación, un pensamiento o un ruido, lo aceptamos, lo experimentamos y, con delicadeza, dejamos que se vaya. Volvemos a centrar la atención con mucha suavidad en la respiración.

(Larga pausa.)

Si os parece, podemos terminar esta meditación invitando a aparecer a una dichosa paz interior.
Al inhalar, estoy en calma.
Al exhalar, sonrío.

Este momento presente es maravilloso.

(Breve pausa.)

Gracias.

(See inside Yourself, Chade-Meng Tan)







Espero que te sirva. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario