viernes, 26 de abril de 2013

Compasión




Estamos todos en el mismo carro, camino a la ejecución. ¿Cómo puedo odiar a nadie ni desear mal a nadie? 
Santo Tomás Moro (camino a su ejecución).


Este es quizá un tema complicado sobre el que hablar sobre todo para mi, que tengo mucho que aprender todavía. De todas formas me resulta interesante visto la falta de compasión que hay ahora en el mundo y en nuestra sociedad, y a veces para con nosotros mismos.

¿Cómo entiendo yo la compasión? Es sencillo, pero a la vez complicado, de explicar. Hasta hace poco venía entendiendo este término como un sentimiento de pena hacia los pobres y desvalidos o de "salvación" hacia una persona (visto desde por ejemplo la compasión o clemencia que tenía el césar en sus días sensibles, y ponía su pulgar hacia arriba).

Los césares también tenían sentimientos, ¿no?

Pero desde hace tiempo me lo he estado replanteando junto con mi deseo de ayudar a las personas y lo veo de otra manera no totalmente opuesta, pero sí distinta. Dice Sogyal Rimpoché que  la compasión no es únicamente esa sensación de "pena", lástima o interés por la persona que sufre, ni sólo un afecto sincero por la persona que tienes delante, ni un claro reconocimiento de sus necesidades y su dolor; si no que también es la determinación sostenida y práctica de hacer todo lo que sea posible y necesario para contribuir a aliviar su sufrimiento. 



¿Cambiarían mucho las cosas si en vez de enfadarnos y transmitir ira y odio, nos pusiéramos en el lugar de la otra persona e intentásemos entenderla?

Una cosa está clara, todos vamos en el mismo carro, y tanta probabilidad hay de que yo sufra o haga algo mal, como de que lo hagas tú. Es condición humana, y parte de esa condición es la no perfección. Todos la podemos liar parda en cualquier momento.

¿No es curioso que deseando la felicidad, todo lo que hacemos, nuestros actos y sentimientos nos alejen más y más de ella? ¿Qué queremos que nos haga felices?

Yo tengo claro que el egoísmo, la protección de nuestro propio yo y la crueldad que esto provoca en la época actual, no nos ayuda a alcanzar la felicidad. Si sólo pensamos para nosotros y por "nuestro bien", no podremos hacer bien a nadie. No me gustaría que se confundiese el interés por nuestro ego y lo que redunda en nuestro verdadero interés. Quizá nuestro sufrimiento viene de confundir lo uno con lo otro.

Creemos que cuidarse a uno mismo por encima de todo es lo mejor que podemos hacer pero como ya hablamos, el apego hacia uno mismo y sus propios intereses sin tener en cuenta los de los demás (necesidades también), nos lleva sin que nos demos cuenta a auto-idolatrarnos, creernos que somos los mejores y nos crea una marcada aversión al daño y al sufrimiento. No podemos creer por creer que somos los mejores, ni que somos fuertes y que, mediante esa aversión y reprimiendo sentimientos, no se va a tambalear nuestro ego. Luego viene la realidad y nos da sopas con honda. Hay que dominar esa aversión y vencerla, venciendo a la mente aferrada a sí misma y venceremos también el dominio que pueden tener sobre ti los obstáculos y negatividades.

Quizá aprendiendo a asumir el sufrimiento o las necesidades de los demás nos veamos en una posición mejor para poder lidiar con nuestro interior y poder entender al que tenemos delante. Esto no quiere decir que suframos nosotros también, si no que desarrollemos una capacidad efectiva de gestionar nuestro propio yo y a la vez podamos ayudar a los demás.




Todos somos iguales. Todos queremos ser felices. Todos queremos estar libres de sufrimiento y dolor.













Por si todas estas palabras han caído en saco roto, me gustaría ser un poco más concreto y esquemático:




La compasión es un estado impregnado por un sentimiento de preocupación por el sufrimiento ajeno y el deseo de aliviarlo. 
Thupten Jinpa 





Este hombre, Jimpa, es el traductor al inglés del Dálai Lama. Propone los tres componentes que ha de tener la compasión:

1. Componente cognitivo: "Te comprendo".
2. Componente afectivo: "Lo siento por ti".
3. Componente motivacional: "Deseo ayudarte".




No solo encontramos referencias y enseñanzas de la compasión en el budismo. El Maestro Jesús de Nazaret también nos enseñó mucho acerca de ello y, ojalá se predicaran y llevaran a cabo sus enseñanzas de verdad.

Por un lado teníamos a los fariseos. Para estas personas, la gente era "maldita" y sobre todo si no iba a orar a la sinagoga y no se les veía haciéndolo, no merecían el amor de Dios. Además de considerar a la mujer un ser de inferior categoría.

¿Qué hizo Jesús? Él nos mostraba una perspectiva divina, la del Padre celestial. Dios respeta y valora la dignidad de todas las personas, de todos los hombres y mujeres. Miraba dentro de su corazón realmente, viendo más allá del dinero, posición social o lo que la gente creyese. Así curó leprosos, salvó de la lapidación a mujeres que habían cometido adulterio o llamó a Zaqueo, hombre avaricioso y rico, para que le preparara su casa. Sin condición, sólo amor.


Todos somos iguales.  


Hasta ahora hemos hablado de la compasión "a un nivel muy humano". Pero no es broma decir que las personas que trabajan la compasión llegan a ser líderes empresariales mucho más efectivos que otras personas que no lo hacen. Sería, en su complejidad, muy sencillo. Consistiría en pasar de un "nosotros" a los demás. O a pasar del "Yo" al "Nosotros". Diversos estudios nos dicen que, sin dejar de lado una gran ambición, también hay que tener en cuenta la humildad personal y pasar de la idolatría sobre nuestro propio ego.


Amor y compasión: tenemos que abrir el corazón y considerarnos igual que los demás, a la vez que cambiarnos por ellos. Quizá así veamos las cosas de otra manera. 

Pronto dejaré alguna práctica sobre la compasión. Espero que esto sirva por lo menos para reflexionar un poco.





"Yo quisiera regalarle bondad al mundo, pero no hace más que pedirme basura." 













Ilustración: Colin Goh

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