lunes, 18 de noviembre de 2013

Mi primer post en italiano





Hace tiempo, vengo prestando cada vez más atención a las palabras. No soy un gran orador, ni un gran escritor. Tampoco domino muchos idiomas. Creo que domino el español, y no sé si "dominar" sería la palabra correcta para denominar mi ejecución del lenguaje. Y digo creo porque el humano cuando cree es cuando más tranquilo y feliz está, no siendo así cuando realmente sabe algo.

Es curioso que días atrás y, después de haber escuchado lo mismo en varias ocasiones, me llamase la atención la palabra "senti", en una entrevista grabada en italiano. En este caso, y no quiero pecar de buen traductor porque ni lo soy ni conozco el idioma, podría ser traducida como "escucha". Viene del verbo "sentire" en italiano, que significa escuchar. Me gustó especialmente el tono en el que suena en ese idioma esta palabra porque le da un cariz mucho más profundo. Sí, ya sé que depende del tono en el que el hablante o emisor lo haya dicho pero, bueno está.

Claro, me quedé pensando un rato la relación entre las palabras "escuchar" y "sentir".




Escuchar, sentir... Pero creo que en medio de estos dos términos, tendría que venir el entendimiento y la comprensión para, al fin, poder sentir. No sé si es ese el orden correcto, pero ninguno debería faltar. Y es que, si nos damos cuenta, en lo cotidiano escuchamos mucho pero sentimos poco. Fruto de ello son las decisiones que tomamos, a veces con un rumbo totalmente contrario al que hubiésemos deseado o las relaciones que tenemos con algunas personas. De ahí también dimana el desencanto de las personas con muchos aspectos de su vida y volvemos a una cuestión ya hablada por aquí: la atención.





Si no prestamos verdadera atención empática mientras escuchamos a un igual (que no se nos olvide que todos somos iguales), no podremos "conectar" con la persona que tenemos delante o al lado, o allá a lo lejos, que nos está transmitiendo un mensaje. No vamos a sentir lo que siente o lo que quiere transmitirnos y creo que, en consecuencia, no podremos actuar convenientemente.








Os invito, pues, a sentir. 








Hay veces que podemos tener miedo a sentir algo y, por supuesto, nuestras razones tenemos. Decía Flaubert que la manera más profunda de sentir una cosa es sufrir por ella. No es que esté invitando al lector a sufrir, de ninguna forma, no. Quizá podríamos cambiar la palabra sufrir por "pasar".

El pasar por una cosa, por "algo" que nos pueda estar transmitiendo otra persona, nos ayuda, sin que nos demos cuenta,  a empatizar con el que tenemos delante. Esta empatía, junto a la compasión, forma una pareja casi perfecta.




Quizá así, podríamos cambiar el miedo de alguien por comprensión y paz. La duda, por la certeza de que, aunque no se pueda resolver, no está solo. La ansiedad, por calma. También podemos compartir la alegría, la risa, todo lo bueno y lo no tan bueno que tiene la vida, y saber que estás siendo escuchado, "sentito".





Quizá la Ley o las Leyes o, en este caso concreto que recuerdo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), no se han firmado desde el sentimiento, desde la emoción. Puede que la palabra "firmar" está mal dicha aquí. Hace poco, viendo un vídeo sobre este tema, el narrador decía que los padres políticos que firmaron la DUDH en 1948, lo hicieron emocionalmente, vistas las atrocidades que se cometieron en la II Guerra Mundial y en el Holocausto.

Claro, llegamos al año 2013 y nos encontramos que sí, que existe tal declaración de derechos humanos, pero en la mayor parte del Planeta no se respeta. Ni nosotros, ni nuestros políticos han firmado tal declaración y menos, de manera emocional. No quiero enrollarme más. A partir de aquí, unas preguntas:





¿Son nuestras leyes, leyes emocionales?

¿Se respetarían en mayor medida si las interiorizáramos?  









Perdón al lector que creía que aquí iba a encontrar verdaderamente un post en italiano. Prometo algún día escribirlo.

Gracias, Esmi, por la ayuda con el italiano. 

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